¿INSPIRACIÓN?

Inspiración de San Mateo, 1602
Caravaggio (1571-1610)

Hablar de inspiración es atribuirle a algún ente divino la acción de introducir en nuestra cabeza la solución a algún problema, una especie de respuesta sobrenatural que se nos comunica, y no hay nada más lejano en el proceso de diseño; lo mismo que cuando se habla de creatividad. Si bien una de las acepciones con que comúnmente se relaciona al término es la idea de saber como solucionar algo o tener la capacidad para ello, en cualquier actividad humana, está más correctamente asociado a la noción de "crear", es decir, producir algo de la nada, por lo cual tampoco sería del todo adecuado plantar al diseño en el terreno de lo creativo.

Recuerdo ahora un esquema que se nos enseñó en la escuela como el proceso creativo del diseño, el esquema de Abraham Moles, el cual planteaba lo siguiente:

Estado consciente
1 Información/Documentación
4 Verificación/Desarrollo
5 Formalización
6 Difusión

Estado subconsciente
2 Incubación
3 Idea creativa

Bien, pues la solución no se obtiene de la nada, ni por intervención divina sino al sumergirnos en el problema, analizar sus partes, descomponerlo, estudiarlo, establecer elementos para la representación del mensaje, abstraer de ellos lo más esencial y finalmente hacer con todo una nueva sustancia, un nuevo conjunto, es decir, una síntesis. Es preocupante entonces ubicar la posible solución dentro de un estado inferior de la conciencia, el subconsciente, que se caracteriza por la poca intensidad o duración de las percepciones y por lo tanto no da cuenta de ellas al individuo. Si bien es cierto que lo óptimo es diseñar en una condición relajada, donde no se ejerza tanta presión en la toma de decisiones, que tan alentador puede ser para el cliente por ejemplo, que la posible solución de sus problemas tenga lugar en ese estado, y que por tanto el diseñador no sepa ni dar cuenta de ello. Ahora puedo cuestionarlo porque no lo veo adecuado ni para las exigencias actuales que uno mismo se impone, ni por cierta lógica, pero cuando eso es lo que se nos da en primera instancia no está de más tomarlo, ya vendrán nuevos conocimientos que complementen, reformen o sustituyan a los anteriores.

El diseño no es una disciplina aislada ni autosuficiente, no busca satisfacerse a si misma ni a quienes ejercen la profesión, aunque en muchas ocasiones no se tome en cuenta al auditorio en la magnitud en la que se debería, lo que "pretende" es satisfacer necesidades de comunicación visual (con un público meta definido pero no del todo estudiado) de manera funcional, y para ello se servirá de multitud de recursos, elementos, discursos. Habrá miles de formas de decir algo gráficamente, lo importante es adoptar aquella forma que nos lleve a un buen resultado.

En este sentido el diseño no es un proceso lineal ni cerrado que no acepta intervenciones o retornos, todo lo contrario. Entre más flexible y abierto sea creo que habrá mayores posibilidades de donde elegir y una probabilidad más certera de llegar a aquello que es nuestro objetivo comunicativo; sin embargo, preferentemente debe haber un camino previamente trazado que admita ciertas ramificaciones si así se requiere, que nos sitúe en un contexto real y no nos permita alejarnos tanto que al final perdamos de vista lo que realmente estamos buscando.

No se trata de adaptar la solución a las necesidades sino que del análisis de estas se desprenda una. De ahí la importancia de no soslayar la idea de adoptar un método de trabajo como primera estrategia para poder argumentar amplia y conscientemente el porqué de nuestras decisiones. No podemos actuar de manera totalmente arbitraria.

Muchas veces lo que sucede, sobre todo en los primeros años de formación profesional es que el método adquirido es intuitivo, empírico, es más, ni siquiera a veces consideramos la idea de seguir un método, porque no lo creemos necesario, porque pensamos que basta tener las ideas en la cabeza, aún cuando estén completamente desordenadas y revueltas, y llevarlas de inmediato a la fase de graficación, no hace falta más... Desde ahí se toma un camino equivocado, porque se deja fuera el análisis, la investigación y demás pasos que es conveniente seguir. De ahí es donde se obtiene como solución lo más obvio, lo más recurrente, la síntesis a la que lleguemos después de un proceso tan pobre será igualmente pobre, en tanto que el mensaje no será ni significativo, ni oportuno, ni original, o peor aún, puede ser totalmente erróneo si es que se pretende representar algo cuyas características, propiedades o significado se desconocen. Eso pasó por ejemplo cuando en clase intentamos representar con letras palabras cuyo sentido no conocíamos bien, lo que terminó en hechos poco acertados.

Y si no se piensa en un método mucho menos se tiene la conciencia de hacer recorridos semánticos que nos digan que la interpretación que estamos haciendo se trata de una sinécdoque o de una metonimia, y de todos los tipos que hay, lo hacemos y ya. De esta manera no es imposible que lleguemos a alguna buena solución, pero no sabremos como lo hemos hecho, no sabremos explicar bien el porqué elegimos cierta tipografía, ciertos colores o composición; o nuestra explicación será muy básica e incompleta, sólo por no quedarnos callados. Esto es en parte una especie de reflexión y también queja de lo que ha sido mi desempeño profesional, siempre se busca hacer las cosas de la manera correcta, pero hasta donde nuestra concepción de lo correcto es realmente buena. El conocimiento está ahí, falta adquirirlo, ponerlo en práctica, sacar conclusiones. Nuestra manera de hacer las cosas no es la única y muchas veces puede que tampoco sea la mejor, debemos estar abiertos a nuevas estrategias de trabajo que nos permitan mejorar en cada proyecto. Es mucho más grato y tranquilizante saber que hay todo un proceso detrás que sostiene el resultado final, el mismo que nos permitirá evaluarlo a futuro.

Hace poco leía un artículo que sostenía lo incorrecto que era evaluar piezas diseñadas sin conocer realmente los objetivos y lineamientos que le dieron origen, sobre todo cuando el juicio lo emitía un diseñador. Estoy de acuerdo en la parte donde menciona que el diseño la mayoría de las veces es evaluado en función de la fatídica dicotomía del "me gusta" y "no me gusta", una respuesta muy parca y por demás subjetiva. Sin embargo, el público en general no estará previamente enterado de los objetivos comunicacionales de la empresa, ni de sus necesidades para posicionarse en el mercado ni de la manera en que quieren ser identificados por su auditorio, en fin, no sabrá nada de eso y lo más probable es que tampoco sea de su interés, no tienen porque saberlo; el auditorio será capaz de reinterpretar esa información en los objetos diseñados, en la comunicación visual de la empresa, en la medida en que el diseño resultante sea el vehículo de lo que la empresa, negocio, instituto, etc. desea comunicar. Esto es que no tendría que hacer falta dar una explicación del diseño, este tendría que hablar por si mismo, porque esa es su intención, comunicar pero de manera visual. El mensaje debe ser lo más explícito posible. Las explicaciones sirven para justificar a nuestro cliente el porque de nuestras decisiones, que no son por un buen o un mal gusto, que obedecen a parámetros definidos y necesarios, pero no habrá alguien que le explique al auditorio el porqué de los elementos que componen un diseño. El mensaje debe llegar a ellos de la manera más fácil, en la medida de lo posible no deberían existir tantas ambigüedades. Me parece que el punto es que no debería preocuparnos si el auditorio lo evaluará utilizando estos argumentos sino que cuando lo evalúen sean capaces de ver lo que la empresa quiere que vean.

No me refiero únicamente al diseño de una identidad gráfica, aplica para cualquier objeto de diseño, sea un cartel, un interactivo, o su componente más simple, una tipografía. Por ejemplo, cuando mostré mi fuente tipográfica otro diseñador dijo que no le gustaba porque se veía muy cursi. Bien, pues ese era exactamente el efecto que deseaba lograr, porque se trata de una tipografía de texto pensada para componer novelas del género romántico, inspirada en él. Entonces el juicio "no me gusta" (que podría ser por asociación a ese género que no es de su agrado) pierde importancia al subordinarse al hecho de que la intención comunicativa fue clara.

Creo que lo mismo debería suceder con todos los productos de diseño y deberíamos estar más preocupados no por si gustará o no, sino por hacer llegar el mensaje correcto al público receptor para el que está dirigido. Muchas veces el mensaje puede ser muy crudo al mostrar imágenes fuertes y no gustar en ese sentido, pero basta con que diga lo que debe decir, que llegue y permanezca en el público, creo que esa sería la intención final y la más importante.

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